.
.
.
.
Las incógnitas alrededor de nuestro futuro como especie aumentan y se vuelven más complejas. Al cambio climático y la complejidad política, Anton Arriola suma el desconcierto, intrigas y problemas éticos, que puede acarrear que el ser humano ya no sea tan sólo de carne y hueso.
.
La reedición de su novela ‘La travesía del Voga’ (Erein), publicada hace diez años, aborda el inquietante escenario creado por la inteligencia artificial aplicada a nuestro organismo. El autor, economista y actual presidente de Kutxabank, presentará su obra el próximo martes en la sala BBK dentro del actual ciclo de encuentros del Aula de EL CORREO. El acto, en el que participará el premio Príncipe de Asturias Pedro M. Echenique, dará comienzo a las 19.30h y cuenta con la colaboración de BBK.
.
¿Qué supone la literatura para usted?
.
Me ha atraído siempre. Tengo un gusto por la palabra, que es uno de los requisitos necesarios, y la necesidad de contar algo, y por eso me dediqué durante ocho años a escribir. Para mí, además de ser entretenimiento es, en gran medida, reflexión. La literatura me ha ayudado a pensar, a desarrollar ideas y comunicarlas.
.
¿Se trata de una pasión irresistible o consigue mantenerla a raya?
.
No puedo compatibilizar la literatura y trabajar en banca. No escribo desde que asumí la presidencia de Kutxabank porque me lleva mucho tiempo y esfuerzo. Creo que volveré, tengo un par de proyectos que me rondan, y algún día lo retomaré, aunque sé que tendría que dejar mis responsabilidades actuales.
.
Antes, la enseñanza secundaria se dividía entre los estudiantes de ciencias y los de letras. ¿Usted pertenecía a alguno de los dos bandos o tenía el corazón partido?
.
Yo lo tenía partido. Realmente, la economía como ciencia cuantitativa es sencilla. Con álgebra tiras para adelante. Hace falta una capacidad analítica y lógica importante, pero no una mente extremadamente científica En el mundo de la empresa el tipo que mejor encaja es alguien que vale para todo, aunque no destaque excepcionalmente en nada. También hay que tener capacidad de comunicación, comprensión de lo que los diversos agentes pretenden, cualidades del mundo de las humanidades.
‘La travesía del Voga’ es una novela difícil de encasillar. Suponemos que se trata de un thriller, luego se convierte en crónica generacional, adquiere tintes existenciales, más tarde puede parecer un libro de viajes y, al final, se descubre como una novela de ciencia ficción.
.
La defino como ficción especulativa con formato de thriller, y también un libro de viajes porque contrapongo el advenimiento de un mundo nuevo con esa travesía por aquellos lugares donde se gestó nuestra cultura. A priori, la pregunta que yo me hacía era por qué alguien querría acceder a un cerebro artificial y convertirse en eterno, y la respuesta es que ese individuo, a pesar de vivir intensamente, se siente vacío. El protagonista es un personaje muy turbado, que sufre el peso de una existencia malvivida y el deseo de volver a vivir. Ese contexto permite hablar sobre lo que es la vida y cómo debe ser una buena vida.
El libro habla de la influencia directa de la inteligencia artificial sobre el ser humano y la posibilidad de convertirnos en cyborgs.
Es una reflexión sobre la corriente del poshumanismo, la integración con la inteligencia artificial, a donde es capaz de llevarnos y cómo nos puede desviar de lo que somos, seres humanos.
La trama se sitúa a mediados del presente siglo. ¿Este conflicto nos espera a medio plazo?
Si, la inspiración vino de un libro que se ha puesto de moda que se antojaba ciencia ficción hace poco y ahora apunta a una próxima realidad. El ensayo ‘La Singularidad está cerca’ de Raymond Kurzwell, investigador principal de Google, asegura que el momento en el que las máquinas superen al hombre en inteligencia está cercano.
¿La posibilidad de aumentar las capacidades del cerebro augura un gran abismo social? ¿Se convertirá en un recurso de élites?
Ese es uno de los grandes riesgos de la inteligencia artificial. La novela no muestra su desarrollo separado del ser humano sino que se refiere a su integración. La empresa Neuralink, propiedad de Elon Musk, trabaja en implantes neuronales que pueden abrir grandes ventajas en el ámbito de la salud, pero también comportan el riesgo de que crear una especie mejorada que deje atrás a quienes carezcan de medios para conseguirlos. Se plantea un problema ético importante. El Premio Nobel Geoffrey Hinton, el padre de las redes neuronales, ya ha advertido que la investigación va muy por delante de la reflexión filosófica.
¿El mundo de la banca no le inspira una ficción?
Tengo seis novelas editadas y dos sin publicar, una de ellas ambientada en el mundo de la banca, sobre todo, aquel que conocí cuando empecé en Londres en 1991. Estaba en el proceso de publicación y entonces surgió la presidencia de Kutxabank. Lo paré porque creí que no era el momento adecuado. Tal vez algún día vea la luz. Tiene el formato de thriller, pero es, sobre todo, una reflexión sobre ese mundo, muy competitivo y focalizado en valores materiales, y las tensiones que provoca.
¿Cuál ha sido la recepción de su faceta literaria en el medio profesional?
Son actividades muy separadas. En mi medio profesional de banca la literatura tiene muy poca cabida. Tan sólo de vez en cuando encuentras a alguien que ha leído libros tuyos. Yo ahora estoy absolutamente concentrado en el proyecto maravilloso de Kutxabank.
Se ha dedicado a la literatura y a la banca en periodos alternos y con exclusividad ¿Cuándo fue más feliz?
Lo de la felicidad es un concepto difícil de aprehender. Ambas actividades tienen aspectos positivos y otros que no lo son tanto. Del periodo como autor lo que más me atrajo fue la reflexión y la facultad para extraerla y comunicarla, pero es una labor muy solitaria, permaneces solo con tus pensamientos. De la banca diría lo contrario, lo bueno es que trabajas en un proyecto que concierne a muchas personas e impacta en la sociedad, y la parte mala es que pierdes la libertad. Mientras escribía, me fui un mes al Himalaya.
Existe un ‘boom’ de la obra de mera evasión, habitualmente protagonizada por jóvenes pletóricos. Aquí se trata de adultos que hablan de cuestiones relacionadas con la vida y la muerte.
Sí, hay una tendencia muy escapista y banalizadora de los temas. La reflexión filosófica y existencial resulta absolutamente necesaria con esta velocidad de cambio tecnológico y geopolítico brutal, y la aparición de tendencias que van a impactarnos de manera trascendental a nosotros y nuestros hijos. Hay que dejar de vivir en un mundo artificial y bastante pobre, y recuperar los temas serios. Debemos debatir hacia dónde nos dirigimos. La inteligencia artificial es el gran tema, incluso por encima de la situación geopolítica tan triste que vivimos.
.
.
.
.
.
.
.
.