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El blog de viajes
Por Paco Nadal

Nueve razones por las que siempre volvería a Groenlandia

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Paco Nadal en la baía de Disko, en la ciudad de Ilulissat (Groenlandia).Carmen Martínez

Conocer la cultura inuit y la huella vikinga, visitar la bahía de Disko o el museo nacional son algunos de los planes imprescindibles en un destino helado siempre asociado a la aventura

Groenlandia está de moda. Aunque muy a su pesar. Las veleidades expansionistas del presidente estadounidense Donald Trump han colocado en los titulares de todos los medios de comunicación del mundo a esta enorme y casi deshabitada isla helada, en la que sus 56.000 habitantes vivían plácidamente hasta ahora, ajenos a los avatares de la geopolítica. Pero más allá de esta coyuntura puntual, es un destino fantástico en el que he estado muchas veces y al que siempre volvería. Razones no me faltan. Estas son nueve de ellas.

1. Un destino que suena a aventura

La sola mención del topónimo lleva incorporadas imágenes de aventura, lejanía y frío. Groenlandia es un resto de la última glaciación que no debería estar en una latitud tan meridional, pero que lo está porque de tan grande que es se conserva a sí misma. Un cubito de hielo de unos 2.700 kilómetros de largo y casi tres de espesor que no defrauda las expectativas de aventura.

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2. No está tan lejano

Aunque parezca que se encuentra en el remoto polo septentrional del planeta, el sur de Groenlandia queda a apenas cinco horas de Copenhague (Dinamarca) en vuelo directo; o a dos horas de Reikiavik, si se hace escala en Islandia, a donde hay vuelos todos los días desde España a unos precios irrisorios.

3. La bahía de Disko y la ciudad de Ilulissat

Uno de los lugares más espectaculares de la costa occidental de Groenlandia es Ilulissat. La tercera ciudad más grande de la isla (tiene 4.500 habitantes) está situada al fondo de la bahía de Disko. Si se llega en barco, probablemente la nave tendrá que abrirse paso entre un caos de bloques de hielo que rascan el casco como una lija gigante. Son icebergs que salen del Jakobshavn Isbræ, el glaciar más activo de todo el hemisferio norte, en cuya desembocadura está Ilulissat. Se cree que el iceberg que hundió el Titanic en 1912 salió de aquí.

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Vista de Ilulissat, la tercera ciudad más grande de Groenlandia.

4. La huella vikinga

Además de naturaleza, el sur de Groenlandia muestra aún los vestigios de la colonización vikinga. Colonos islandeses capitaneados por Erik el Rojo llegaron aquí hacia el año 985 y durante casi cinco siglos establecieron poblados, granjas, factorías e iglesias, cuyos restos son aún hoy visibles.

5. El contacto con los inuit

Los habitantes originales de Groenlandia son los inuit, más conocidos simplemente como esquimales. Aunque actualmente gozan de un nivel de vida igual al de sus compatriotas de la metrópoli danesa, convivir con ellos, charlar sobre sus costumbres y tradiciones y escuchar sus cánticos y leyendas es una hermosa manera de acercarse a una de las etnias más curiosas del planeta.

6. No necesitas ser Robert Peary

Pese a que lo que ofrece la isla es aventura en un territorio helado, no se necesita ser un curtido explorador polar ni ir equipado como Peary en busca del Polo Norte para viajar a Groenlandia. Las costas sur y oeste no tienen hielos y están habitadas y humanizadas como para que las disfruten los turistas.

7. El Museo Nacional de Groenlandia, en Nuuk

Esta excelente muestra etnográfica sobre la historia de la isla y del pueblo inuit es una visita obligada. Acoge una gran colección de piezas arqueológicas, vestuario, utensilios de pesca, reproducciones de casas tradicionales y un repaso a la historia de este territorio y sus culturas. Las piezas más valiosas del museo son las ocho momias de Qilakitsoq, pertenecientes a una familia que vivió hacia 1473 y cuyos cadáveres aparecieron momificados de forma natural en un enterramiento cerca de Uumnannaq.

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Momias de Qilakitsoq, pertenecientes a una familia que vivió hacia 1473, expuestas en el Museo Nacional de Groenlandia, en Nuuk.

8. Caminar entre glaciares

Aunque están en franco retroceso por el cambio climático, glaciares como el Qoroq o el Qaleraliq aún permiten acercarse a ver sus majestuosos frentes helados y caminar sobre sus lenguas de hielo, uno de los fenómenos más poderosos y erosivos del planeta Tierra.

9. El fiordo Tasermiut

Si tuviera que elegir un solo lugar por el que siempre regresaría a esta isla helada sería sin duda Tasermiut, un estrecho fiordo de 70 kilómetros de largo en la municipalidad de Kujalleq, al suroeste. Rodeado de torres de roca negra y grandes paredes verticales muy frecuentadas por montañeros por sus vías de escalada, envuelto siempre en un escenario casi irreal, es uno de los lugares más alucinantes de Groenlandia.

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Sobre la firma

Paco Nadal

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