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Holly, de Stephen King.

Holly, Stephen King. Plaza & Janés.

La desaparición de una joven bibliotecaria, lanza a la joven investigadora privada Holly Gibney a una búsqueda desesperada, en la que se enfrenta a una pareja de asesinos implacables y astutos.

Vuelve al mundo literario una aventura de la investigadora privada Holly Gibney, a la que conocimos en la trilogía del autor, que se inició con Mr. Mercedes, en la que tendrá que bregar muy duramente para dar con el paradero de la joven bibliotecaria Bonnie Dahl, que ha desaparecido en extrañas circunstancias. Esta no es una novela de intriga al uso, pues desde el principio conocemos la identidad y el paradero de los malvados que retienen a Bonnie, así como el cruento final que le amenaza. La narración va alternando la situación por la que pasa la secuestrada, con las pesquisas que lleva a cabo la protagonista. Estaría más cerca de esas narraciones al estilo Colombo, en las que desde el principio conocemos la identidad del malvado, y lo que nos relata la novela es la serie de acciones e investigaciones que lleva a cabo la protagonista para intentar dar con su paradero, y evitar un fatal desenlace.

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Como es costumbre en Stephen King, la narración criminal inserta muchos comentarios y descripciones de la vida social contemporánea de los EE.UU., que dan sentido a la acción de los protagonistas, y enriquecen el telón físico y social en el que se desarrolla esta dramática  historia.

Así por ejemplo la narración transcurre en una innominada ciudad del Medio Oeste norteamericano de la que meramente se afirma …

“Es una ciudad antigua y ya no está en muy buen estado”

Ese mal estado de la ciudad donde transcurre la historia, es aplicable a la situación social de buena parte de la población. Ya en la trilogía que inició Mr. Mercedes, King nos mostró los apuros económicos de un importante segmento de la población norteamericana y las penurias por las que están pasando desde la crisis económica de 2008.

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Al situarse la acción en el verano de 2021—aunque se tratarán hechos acaecidos en 2011—, se tratarán múltiples problemas del momento.

Así la acción se ve influenciada por el rebrote de la epidemia de COVID en su variante Delta, empezando por la muerte por esta enfermedad de la madre de la protagonista, a la que nos encontramos en pleno funeral.

Esto permite al autor mostrarnos la práctica de los funerales por Zoom, y lo que este método llega a representar para los deudos.

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En este mismo ámbito temático, se trata sobre las discusiones sobre el origen del virus, el uso de mascarillas, y pone en la palestra las discusiones sobre la limitación de movimientos en cuanto es un derecho personal.

En la línea de señalar las carencias sociales y asistenciales de buena parte de la población, la narración muestra la falta de auxilio médico para buena parte de los ciudadanos norteamericanos de a pie.

Pero donde es especialmente duro, es en la colección de estupideces y falsedades sobre esta epidemia alentadas por el propio presidente saliente de los EE.UU., Donald Trump, que se ejemplifican en un trabajador de una residencia de ancianos, responsable del contagio y muerte de buena parte de los mismos …

“El enfermero había rechazado las vacunas, alegando que contenían trozos de tejido fetal de bebés abortados; lo había leído en Internet.”

También se hacen múltiples comentarios sobre la vida cotidiana norteamericana, desde su miedo a convertirse en un patán americano más, su excesiva fijación con el culto al cuerpo y lo presuntamente saludable, personificado en una de las víctimas, al que califica como uno de los que se engaña a los cuarenta; el complejo uso de eufemismos para no usar palabras duras, o sentimientos tristes, con expresiones ante una importante pérdida, como el ambiguo “Necesito procesar».

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También se expresan quejas sobre la vida cotidiana, como son los conflictos provocados por los ciclistas …

“Los ciclistas son los peores, con su insistencia en que tienen todo el derecho a circular por la acera en lugar de por la calle, aunque haya un carril bici.”

Un tema recurrente en la literatura costumbrista contemporánea norteamericana es la repulsa social ante los fumadores de tabaco, que pasan vergüenza por si te ven fumando aunque sea en una conexión por el ordenador. La protagonista tendrá que hacer filigranas con su hábito, aunque nos regala con una singular reflexión sobre este y otros hábitos adictivos, sobre todo en un autor, que ha hablado sin tapujos de su nada fácil relación con la ingesta alcohólica …

“Holly sabe que así es como piensan y se comportan los adictos: reorganizan los muebles de sus vidas para dejar espacio a sus malos hábitos. Fumar es podrido y peligroso… pero no hay nada más reconfortante que uno de estos mortíferos tubitos de papel y tabaco.”

La mordacidad del autor también cae sobre el mundo literario y los cursos de escritura creativa universitarios, pues advierte del afán desesperado y desesperante de los escritores siempre pensando en el gran éxito, y en cuanto al mundo académico universitario, y específicamente los profesores universitarios de humanidades…

“porque estos dos obviamente están locos. Muchos profesores están locos, él ha estado en suficientes escuelas en el circuito de escritores residentes para saberlo, pero los Harris lo llevan a otro nivel.”

Pero donde Stephen King, a través de la protagonista de la novela, es especialmente cáustico, es con la figura y actuaciones del expresidente Donald Trump.

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Ya he señalado su asombro y cabreo ante la colección de necedades y barbaridades que el ocupante de la Casa Blanca llegó a soltar, pero tampoco le perdona el que haya dejado atrás un país en guerra consigo mismo, o en cuanto ha generado grandes fricciones entre los ciudadanos de a pie. Y nos advierte que quién puede decir que no reaparecerá en 2024. Así piensa en la promesa del personaje  de Arnie en la película Terminator : «Volveré».

El eje de esta narración gira alrededor de la figura de la protagonista, la investigadora Holly Gibney. Nos la encontramos en un mal momento personal, pues su madre acaba de fallecer por el COVID, y está inmersa en el mar de sentimientos encontrados que una madre posesiva y vehemente creaba en ella. Así nos la encontramos con los ….

“brazos cruzados y empieza a llorar. Ha llorado mucho últimamente. Lágrimas de alivio después de que Biden ganara las elecciones. Lágrimas de horror y reacción tardía después de que Chet Ondowsky, un monstruo que se hacía pasar por humano, cayera por el hueco del ascensor. Lloró durante y después del motín en el Capitolio; eran lágrimas de rabia. Hoy, lágrimas de pena y pérdida. Excepto que también son lágrimas de alivio. Eso es horrible, pero supone que también es humano.”

Esta joven se nos presenta como una investigadora tenaz y que se implica con el caso que lleva entre manos. Conocemos de sus miedos y debilidades, que la obligan a hacerse acompañar de un varón adulto en ciertas circunstancias, pero es valiente, inteligente  y decidida en la búsqueda y enfrentamiento con los malvados, pues su trabajo va más allá de resolver entuertos en cuanto descubrir el mal, sino también en amparar a las víctimas, que no suelen ser bien atendidas por el sistema legal y policial. De ahí que haga honor al nombre de su agencia “Finders Keepers”, que podríamos traducir por los que descubren, pero también los que salvaguardan.

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Hay un elemento que no hay que perder de vista en la actitud de esta investigadora. Pese a traer una convulsa y triste historia personal, en ningún momento pretende conjurar sus fantasmas personales durante su investigación. En una opción distinta a lo que parece estar de moda en el noir actual, en que los protagonistas se ven motivados, o aprovechan, las investigaciones criminales, para resolver conflictos o conjurar fantasmas personales, Holly Gibney se centra en las circunstancias y problemas de la víctima, dejando a un lado sus propias cuitas. Esta misma actitud que vimos recientemente en el guión de Reckless 5: Sígueme en mi caída, debería hacer pensar a buena parte de los autores contemporáneos de literatura noir, que parecen proponernos historias en las que todo gira alrededor de los traumas y penalidades del investigador, más que en la resolución de crímenes y salvación de víctimas.

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Resultan muy interesantes los comentarios que el autor, en boca de su protagonista, hace de la situación actual de la producción audiovisual, que considera mediocre y especialmente en el género del terror, que le resulta ramplona. Pero eso no es óbice para que deje de citar alguno de los grandes hitos de la literatura de género, como cuando echa mano en un momento muy peculiar de la historia de una cita de William Goldman, en su maravillosa La princesa prometida, que hace afirmar a uno de sus protagonistas:

“Mi nombre es Iñigo Montoya, mataste a mi padre, prepárate para morir”.

… Les recomendamos que busquen por qué King echa mano de esta famosísima sentencia en esta narración …

Frente a la intrépida Holly Gibney, el autor nos propone una pareja de malvados de primera línea, el matrimonio de profesores universitarios Rodney y Emily Harris, que resultan unos adversarios astutos, pacientes y despiadados. En la brega con estos personajes se nos plantea una historia llena de horror ante la capacidad del ser humano de infligir dolor de forma gratuita, y lo difícil que es erradicar de nuestra sociedad a semejantes alimañas.

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Con todos estos mimbres, Holly resulta una novela apasionante e impactante, que le permite al autor hacer un cáustico retrato de nuestra sociedad actual, pero que es capaz de tenernos en vilo hasta su desenlace. No se la pierdan.

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José María Sánchez Pardo

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P.D. Para ambientar esta estupenda novela, echamos mano de «If Ever I Leave This World Alive” de Flogging Molly, que parece gustarle mucho a la protagonista.

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